Pequeña introducción sobre el utilitarismo
El utilitarismo no
tiene su origen en la Edad Moderna, hemos de profundizar en sus raíces y llegar
hasta lo más hondo, donde existe su sabia más antigua. Es así cómo nos
encontramos con el hedonismo antiguo, aquel que se dividía entre Epicúreos y
Cirenaicos. Los primeros eran llamados Hedonistas racionales pues contemplaban
el placer en un equilibrio, aceptando, además, sólo los placeres naturales y
necesarios y nunca aquellos que, aparte de no ser necesarios para la vida,
exigen ser perseguidos activamente. Todo esto tiene mucho de sacrificio, pues
la mesura sin caer en el vicio es una tarea muy complicada, y más para el
hombre, un ser tan proclive a las adicciones. Sin embargo, los segundos, los
cirenaicos, son llamados Hedonistas egoístas por el hecho de que “no importa el
otro mientras se sacie el placer de uno mismo”. Por lo tanto, las escuelas
creadas por Epicuro y Aristipo podrían ser los precursores del utilitarismo.
En este sentido, el utilitarismo es en sí mismo una filosofía pragmática donde lo útil es lo más importante y cuya moral puede sintetizarse en la siguiente frase: “la felicidad para el mayor número de personas”. De todo esto puede entreverse cómo ésta es una doctrina que ha hecho grandes aportes tanto al liberalismo económico, base filosófica del capitalismo, como a la propia democracia. Según esta filosofía, la felicidad de las mayorías prevalece sobre las minorías. Es curioso cómo se hace hincapié en la felicidad y cómo diversos autores han defendido y establecido diferentes cánones o rangos de felicidad según la intensidad del placer, o por la utilidad, etc.
Después de esta introducción se habla de diversos temas relacionados con lo anterior; como de las contribuciones del utilitarismo en el plano de la justicia o en el plano científico, de cómo el suponer el medio como un fin puede ser desencadenante del absurdo o que todos los –ismos llevados a cabo siempre te llevan a posturas radicales. Pero lo realmente interesante se plantea con el siguiente tono: «Útil… ¿sinónimo de necesario? El hombre no puede renunciar a lo útil». No renunciar a lo útil es en este caso sinónimo de no renunciar a la materia y al tener, de ser prácticos y de conseguir que la vida sea más sencilla. El hombre, en definitiva, no puede renunciar al pragmatismo, porque, por ejemplo, siempre será mejor el camino recto que dar un rodeo: siempre se elegirá lo más fácil y cómodo. ¿Estamos entonces destinados a ser prácticos, es decir, podemos ser prácticos sin ser pragmáticos? Porque si basamos la vida en lo útil podemos desdeñar igualmente cosas no fructíferas, es decir, cosas que no producen beneficio, que no generan una plusvalía y que pueden ser muy importantes, más que ello, esenciales.
De hecho el pensador Kant llamaba a las doctrinas que
buscaban la felicidad éticas materiales. Según este autor deberíamos centrarnos
en el deber en lugar de en la felicidad como persecución de un objetivo, actuar
por mor del deber sin dejarnos vencer por ninguna inclinación de las que
afectan al cuerpo: comodidad, placeres, miedos, lujo, beneficios, etc. Lo cual
expresaba Kant con la siguiente máxima (en una de sus tres formulaciones):
“Actúa de tal manera que la norma de tu actuación pudiera convertirse en norma
universal válida”. Por lo que el deber no es la felicidad sino que el deber es
un deber en sí mismo. Esta idea de Kant choca drásticamente con las doctrinas
hedonistas o el utilitarismo, tan tajantes en que la persecución de la
felicidad y el rechazo a todo dolor y sacrificio son el fin.
Durante el debate se habla de
que el bien justifica los medios, de maniqueísmo (puesto que el pragmatismo
como moral puede no distinguir el bien del mal: lo que importa es el
resultado), de que si todos fuéramos eruditos existiría una hipertrofia de los
eruditos (lo cual no sería práctico: ¿se justificaría así cierto analfabetismo
o incultura?).
Continuando el debate en la línea de que la felicidad de muchos frente a los menos es lo más importante, se plantea una pregunta muy seria: ¿qué es la felicidad?, la cual no encuentra respuesta y sí muchos titubeos. Posteriormente, uno de los contertulios interviene de forma tajante: LA FELICIDAD DE MUCHOS PUEDE SER LA RUINA DE TODOS. Un ejemplo: una situación ecológica como la actual en el mundo desarrollado (configurada en un contexto de cambio climático, que a su vez es provocado por el consumo desproporcionado y por una sociedad que basa su felicidad en el tener) llevada a un alcance mundial podría suponer un desastre sin precedentes, nuestra autodestrucción. ¿Y dónde está la solución? ¿En basar la felicidad en la idea epicúrea de la mesura o en la idea cirenaica del egoísmo, con lo que se justificaría por sí mismo tanto hambre y tanta guerra consentida y mantenida a conciencia y por intereses de los pocos que gobiernan a muchos? ¿Qué es lo más práctico? ¿Es útil satisfacer la felicidad de los muchos? Esa felicidad puede ser inducida por ciertos pocos mediante numerosas estrategias de persuasión y seducción, como la publicidad, de modo que la felicidad de los muchos se construiría según el criterio de estos pocos. «Si se piensa que a través de la supuesta felicidad de los muchos se va a conseguir la felicidad estamos en una tremenda equivocación»
Continuando el debate en la línea de que la felicidad de muchos frente a los menos es lo más importante, se plantea una pregunta muy seria: ¿qué es la felicidad?, la cual no encuentra respuesta y sí muchos titubeos. Posteriormente, uno de los contertulios interviene de forma tajante: LA FELICIDAD DE MUCHOS PUEDE SER LA RUINA DE TODOS. Un ejemplo: una situación ecológica como la actual en el mundo desarrollado (configurada en un contexto de cambio climático, que a su vez es provocado por el consumo desproporcionado y por una sociedad que basa su felicidad en el tener) llevada a un alcance mundial podría suponer un desastre sin precedentes, nuestra autodestrucción. ¿Y dónde está la solución? ¿En basar la felicidad en la idea epicúrea de la mesura o en la idea cirenaica del egoísmo, con lo que se justificaría por sí mismo tanto hambre y tanta guerra consentida y mantenida a conciencia y por intereses de los pocos que gobiernan a muchos? ¿Qué es lo más práctico? ¿Es útil satisfacer la felicidad de los muchos? Esa felicidad puede ser inducida por ciertos pocos mediante numerosas estrategias de persuasión y seducción, como la publicidad, de modo que la felicidad de los muchos se construiría según el criterio de estos pocos. «Si se piensa que a través de la supuesta felicidad de los muchos se va a conseguir la felicidad estamos en una tremenda equivocación»
Para terminar y siguiendo un poco la
línea de lo que fueron los debates anteriores dedicados a Eric Fromm, se
reitera que lo útil puede ser bueno para el ser: tener más conocimientos, etc.
«Ser feliz sería, en consecuencia –dice uno de los contertulios-, ser
conscientes, tener pretensiones equilibradas. En el epicureísmo se habla de
felicidades naturales (alimentación sana y moderada, la amistad, la charla, el
conocimiento…), las cuales pueden constituir una felicidad plena y que hoy en
día, tal y como se mueve el mundo, podría ser la moral y la forma de actuar más
práctica».
En
conclusión podemos decir que la doctrina ética y política
conocida como utilitarismo fue formulada por el británico Jeremy Bentham hacia
finales del siglo XVIII y más tarde comentada por el también filósofo y
británico James Mill y su hijo John Stuart Mill. En su Introducción a los
principios de la moral y la legislación (1789), Bentham explicó el
principio de utilidad como el medio para contribuir al aumento de la felicidad
de la comunidad. Creía que todas las acciones humanas están motivadas por un
deseo de obtener placer y evitar el sufrimiento. Al ser el utilitarismo un
hedonismo universal, y no un hedonismo egoísta como podría interpretarse el
epicureísmo, su bien más elevado consiste en alcanzar la mayor felicidad para
el mayor número de personas.
A continuación voy a
exponer unos textos que reflejan de una manera más directa el significado del
utilitarismo:
Texto 1
“El utilitarismo
es, junto con el Marxismo, una de las doctrinas filosóficas que mayor
influencia han ejercido no solo en la teoría, sino en la práctica moral,
política y económica en los últimos siglos. Ha sido, por tanto, mucho más que
una filosofía académica, pues no se ha limitado a ofrecer una teoría de la
moralidad individual sino que desde sus inicios se propuso ofrecer una
justificación teórica a las decisiones sobre política económica adoptadas en el
marco intervencionista y redistribuista en el Estado de Bienestar, lo que ha
permitido caracterizarla como la filosofía “publica” de la
socialdemocracia”. [1]
Texto 2
“Para Bentham
utilidad significa básicamente placer y éste, a su vez, es al mismo tiempo el
último fin y el motivo de las acciones humanas. La utilidad es definida como
“aquella propiedad de cualquier objeto por la que éste tiende a producir
beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad […] a la parte cuyo interés se
considera”. El Principio de Utilidad aprueba o desaprueba cualquier acción de
acuerdo con la tendencia que parezca tener a aumentar o disminuir la felicidad
de la parte cuyo interés esta en cuestión”[2].
Las acciones son, pues, evaluadas a parte ante en función de la cantidad de
utilidad que prometen, esto es, de los estados mentales que se prevé resultan
de ellas”. [3]
Texto 3
“Para Bentham
es racional hacer lo que maximice la felicidad a lo largo del resto de la
propia vida, aun en el caso de que los deseos presentes apunten en una
dirección diferente. En esa misma mediad la razón puede dominar la pasión
aunque sólo con el propósito de alcanzar un balance global superior de
“beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad”[4]
Eso es todo por hoy, muchas gracias por visitar el blog. Un fuerte abrazo, con todo mi cariño, Leticia.
___________________________________
[1] Gutierrez Lopez, G. “Utilidad y disutilidades de la noción de
utilidad” en Lara, F./Francés, P. (eds:. Éticas sin dogmas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004, pág.
25
[2] Bentham, An Introduccion to the Principles of Morals and Legislation, Clarendon
Press, 1996, c. 1.
[3] Gutierrez Lopez, G. “Utilidad y disutilidades de la noción de
utilidad” en Lara, F./Francés, P. (eds:. Éticas
sin dogmas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004, pág. 33
[4] Hollis y Sunden, 1993, 4-5
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