Alma y cuerpo



"La libertad consiste en ser dueños de nuestra propia vida".


- Platón - 


¡Hola lectores! Después de unos meses sin escribir, de reflexión y de duelo interno, hoy por fin me he sentido de nuevo motivada a retomar una de las cosas que más me gusta hacer: escribir en mi rincón favorito, este blog. 

La entrada de hoy va a ser muy especial para mí, porque en ella voy a compartir una experiencia filosófica que comenzó hace un año y que cambió por completo mi forma de ver la vida. Veréis, hace un año, por estas fechas ingresaron a mi padre en el hospital, comenzando lo que en ese momento iba a convertirse en una gran lucha contra la enfermedad del cáncer. Los cinco siguientes meses fueron días intensos, de estrés y de sufrimiento, ingresados - casi durante todo ese tiempo - en un hospital, viendo como mi padre con fuerza y valía intentaba luchar por vivir. A todo ello le acompañaban reuniones con médicos, pruebas y diagnósticos que al principio a pesar de resultar esperanzadores luego conforme pasaba el tiempo nos preparaban para lo que inevitablemente por desgracia iba a suceder. En ese camino, cada componente de mi familia como equipo que somos tuvimos un rol, desde mi madre hasta el pequeño que estaba por llegar. En mi caso, la Filosofía, mi padre y yo formamos una gran unión, durante todo ese tiempo según él le ayudé a entender muchas cosas desde una perspectiva metafísica y filosófica, lo que mi padre no sabía es que con su enfermedad fui yo la que entendí por fin el gran sentido de la vida, hasta el último momento mi padre como buen padre, me dio una gran lección, la que podría ser la más importante de mi vida. Algunas veces le lía el blog, novelas y, otras veces hablábamos sobre lo vivido, sobre la vida en sí  y - la mayoría - orábamos con fe, lo que le (nos) ayudó aceptar la voluntad de Dios, porque sabíamos con certeza que Dios quería lo mejor para él. De hecho, cuando la medicación dejó de hacer su efecto paliativo, los dos supimos que pronto iba a llegar el momento, Dios nos dio la sabiduría para poder comprender el gran sentido de la vida y lo que realmente el ser humano es: cuerpo y alma. A raíz de ello, en una de nuestras conversaciones le comenté a mi padre la distinción filosófica que a lo largo de la Historia del Pensamiento los grandes pensadores han realizado entre el cuerpo y el alma. Para ello, a modo de curiosidad y propiamente ilustrativo, le conté el mito del carro alado de Platón que Sócrates contó a Fedro, donde el carro alado que es el alma está tirado, según el mito, por dos caballos, uno blanco y otro negro, y es conducido por un auriga:

Así pues, por un lado, el caballo blanco, dócil y bello, representa los aspectos positivos del ser humano, como lo son la esperanza y el valor y, corresponde a la parte del alma ubicada en el pecho, siendo propiamente templanza. Por otro lado, el caballo negro, desobediente e irascible, simboliza lo negativo del ser humano, es la parte sensual del alma que se encuentra ubicada en el vientre, resultando ser propiamente fortaleza. Por último, el auriga es la parte racional, el pensamiento, lo que ayuda al ser humano a controlar los afectos, impulsos y necesidades del cuerpo que simbolizan el caballo blanco y el caballo negro, siendo esta parte racional propiamente la sabiduría. Cuando las tres partes del alma (templanza, fortaleza y sabiduría) se encuentran en armonía, Platón añade una cuarta virtud que es la justicia, esta virtud reflejaría el alma equilibrada, bien ajustada, siendo la virtud suprema que viene a garantizar el alma equilibrada. Pues bien, el mito continúa contando que cuando el auriga (pensamiento) pierde el control el carro se desequilibra precipitando al alma al mundo de las cosas, perdiendo las alas, para acabar encarnándose en un cuerpo. 

En este sentido, Platón a través del mito del carro alado, es el primer filósofo que viene a resolver la naturaleza dual del hombre, el alma y cuerpo, con una alma inestimable, perfecta e inmortal que pertenece al mundo de las ideas y, un cuerpo que prácticamente no es más que receptáculo imperfecto y perecedero (expuesto a enfermar), en el que el alma se encuentra en realidad presa. Por ello, el deseo del alma será siempre recuperar sus alas para regresar al mundo de las ideas y volar en libertad, esas alas que le permitan elevarse de nuevo al cielo, donde el amor (Dios) desempeña un papel importante en ello, pues es el amor o el anhelo de belleza el que puede hacer que el alma recupere sus alas para regresar al mundo de las ideas (cielo).  

Después de esa conversación, donde también hablamos sobre la mente y las teorías de otras corrientes filosóficas sobre la realidad del ser humano (Aristóteles, Hegel, Kant, Descartes... entre otros) la perspectiva de la vida de mi padre cambió y a partir de ese momento, cada vez que veía a un médico entrar en la habitación su actitud era más tranquila y receptiva, pues mi padre entendió que a pesar de que su cuerpo estaba enfermo, su alma era inmortal. Por ello, los siguientes meses nos dedicamos con amor a alimentar, sanar y cuidar su alma, a través de Dios y de la Filosofía para prepararla para el viaje de la vida eterna, mientras los médicos y las enfermeras del hospital cuidaban de su cuerpo hasta donde la medicina les permitía actuar. 

No sólo la enfermedad le hizo a mi padre cambiar su visión de la vida, sino también a todos los que en ese momento le acompañamos e hicimos todo lo posible para que sus últimos meses fueran propios de una vida digna, de una muerte digna. Personalmente, esta experiencia me aportó muchísimo y me hizo ver el gran sentido de la vida, de la Filosofía y a entender de verdad lo que años atrás estudié y leí de grandes pensadores. Gracias a la enfermedad de mi padre, me he dado cuenta del verdadero significado de la metafísica, de la importancia de cuidar el alma y el cuerpo, también descubrí que la vida eterna es para aquellos que obran conforme a la moral, al bien y, en definitiva, a la voluntad de Dios. Gracias a la enfermedad de mi padre, he valorado el amor verdadero y la entrega de quienes quieren estar a nuestro lado, he valorado el tiempo y, sobre todo, que la vida son momentos compartidos y dedicados a las personas y proyectos (personales y profesionales) que nos hacen felices. 

Queridos lectores, la vida es larga pero pasa muy rápido, no dejéis que ni el miedo ni las inseguridades os limiten para vivir vuestros sueños junto con las personas que realmente queréis que os acompañen en vuestro camino. Mi padre falleció el 7 de diciembre de 2022, con 66 años, era un hombre bueno, generoso, trabajador, luchador, valiente y, sobre todo, muy sabio, porque supo vivir la vida con amor junto con las personas que eligió en su camino luchando contra las adversidades y abrazando las oportunidades que Dios le puso en cada momento. Se fue a la vida eterna, en paz y tranquilo, agradeciendo hasta el último segundo todo lo vivido y sintiéndose muy afortunado por ello. 


Un fuerte abrazo, con todo mi cariño y amor, Leticia.


Te quiero mucho papá, 

siempre estarás en mi corazón y en mi recuerdo. 

Gracias, gracias y gracias.





Fuente imagen: https://barcelona.nueva-acropolis.es/gl/actividades/event/485-platon-el-mito-del-carro-alado

Comentarios

  1. Hola Leticia. Siento mucho tu pérdida. Me ha reconfortado la lectura de este post porque yo perdí a mi madre en parecidas circunstancias hace tres años y durante su tránsito, tuvimos conversaciones parecidas. Y lo cierto es que tras su pérdida he retomado lecturas que había dejado olvidadas. Un abrazo de un antiguo compañero.

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    1. Muchas gracias Javier, yo también lamento la pérdida de tu madre, lo siento mucho de todo corazón. A pesar de que se encuentren en la vida eterna, nos dejan un gran y doloroso vacío, confía en que el tiempo nos ayudará y ensañará vivir con grietas. Me alegro que te haya reconfortado la lectura, un fuerte abrazo

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