La moral nietzscheana

La Liberad guiando al Pueblo, de Eugéne Delacroix


A lo largo de la Filosofía Moderna y  también en la contemporánea se ha debatido si Nietzsche defiende una moral cristiana o totalmente opuesta a la religión católica, como erudita en filosofía, algunos lectores aficionados de este autor me han llegado a cuestionar personalmente dicha pregunta. Lo cierto es que Nietzsche a lo largo de su pensamiento y filosofía hace una gran crítica a la moral cristiana y eso nos lleva a  cuestionemos cómo es realmente la moral que defiende este pensador. Algunos autores y pensadores posteriores a Nietzsche han sostenido que Nietzsche estaba lejos de ser un pensador anclado en la ética y moral cristiana tal como lo hizo Kant, que demostró la existencia de Dios a través de la moral (este tema mejor lo trato en otro post) otros sin embargo, no ven tan clara tal oposición.

Al hablar de la crítica a la moral hay que dejar claro que Nietzsche se refiere a la moral como “contranaturales”, es decir, a aquella moral que se opone a la vida, que establece leyes o decálogos en contra de los instintos vitales, porque prefiere la inhibición a la exuberancia. La crítica de la moral platónico-cristiana señala que la moral contranatural (la moral enseñada hasta ahora) se dirige contra los instintos de la vida, es una condena a veces encubierta de esos instintos.

     La base filosófica de la moral contranatural es el platonismo; si recordamos el “mundo de las ideas”, como podemos observar sirve del “más allá” religioso para los cristianos, de tal forma que el platonismo acabó convirtiéndose en la metafísica cristiana. En efecto, esta moral pone el centro de gravedad del hombre no en esta vida, sino en la otra, en el mundo de las ideas, en el más allá salvador. De forma que la moral, como juicio valorativo sobre la vida y según ha sido enseñada e impuesta como norma de conducta en Occidente, no es sino un síntoma de la “decadencia”, del nihilismo; en fin , un juicio valorativo que por ser antitético a la vida misma (tal y como la entiende Nietzsche) es por consiguiente negativo. Lo paradójico de este juicio negativo respecto a la vida es que sea en Dios y no en el hombre mismo en quien se justifique. Por ello, la moral como contranaturaleza tiene un primer objetivo: demostrar la voluntad libre que opera en el hombre. Entra ahí en escena el planteamiento moralista del cristianismo. Nietzsche dice que la responsabilidad es posible si el hombre es libre y esto, a su vez, es posible porque al hombre y al mundo se le han hecho, previamente “culpables”. El cristianismo, según el autor, es una metafísica del verdugo.

        En general, lo que se critica es la idea de un orden moral del mundo que a modo de guía, sirva para dirigir la historia del hombre. Pero se apunta, además y especialmente, hacia la “trascendencia” de ese orden como algo externo al hombre mismo; éste, si que tiene órdenes, metas, leyes; pero son propias, inmanentes, parciales y humanas. Una guía absoluta, tal y como la propone la moral tradicional, sólo es posible si imaginamos a alguien fuera del mundo, fuera de la vida; pero esta idea es la imagen trasnochadora de la propia moral cristiana cuyo resentimiento hacia la vida le ha obligado a buscar vectores exteriores a la propia vida, leyes no de este mundo, sino del más allá o del “mundo de las ideas”.

       Puesto que el pretendido orden moral del mundo no viene dado por el propio hombre, no nos llega de la propia historia sino de Dios, la tesis nietzscheana que combate esta idea es la siguiente: si el concepto Dios ha sido hasta ahora la gran objeción contra la vida, contra la existencia, nosotros negamos a Dios, negamos la responsabilidad ante Dios; de esta forma “rendimos” al mundo, siendo ahora el hombre "superhombre" el centro del mundo, en el que emana el poder de decidir que es lo moral y lo inmoral y no en Dios.

    En definitiva, la vanidad del conocimiento humano, el asombroso instinto de verdad – como todo instinto, para Nietzsche – no es sino el fruto de determinados prejuicios instituidos, petrificados por la costumbre. Detrás de la verdad se encuentra su institucionalización social y moral. Ésta va a ser una de las grandes intuiciones de Nietzsche: los valores morales son considerados hegemónicos sobre cualquier otro valor, hasta el punto de determinarlos. Lo moral como lucha contra los instintos fundamentales de la vida – he aquí una posición de principio. La moral se ha prescrito así misma desde sus orígenes la tarea de matar las pasiones, de aniquilarlas, de destruir todos los instintos vitales. Lo moral es una tarea de dentista, cuyo objetivo es extraer, extirpar, castrar. Pero atacar las pasiones es atacar la vida en su raíz. Como consecuencia tenemos que la moral es hostil a la vida, la moral como contranaturales.

       Pero la institucionalización y hegemonía de estos valores morales posee también su genealogía, la historia de su formación, la justificación de su necesidad. La voluntad de castración de exterminio de todo instinto vital responde a la preferencia por la inhibición, a la falta de fuerza para enfrentarse a los propios instintos e imponerse moderación; es el método de la debilidad. Ante esta impotencia, aparece la gran venganza, aunque sea sólo en el orden de la imaginación: postular leyes y decálogos contra los instintos de la vida, condenar los instintos que se convierten así en los enemigos del hombre moral, el hombre del resentimiento contra una vida que es incapaz de vivir en su sobreabundancia. Esa necesidad de enemigos característica de toda moral occidental no es más que el síntoma de la incapacidad del hombre moral para renunciar a sus demonios.

     La moral aquí examinada tiene un nombre: la moral platónico-cristiana, es decir, toda moral enseñada hasta ahora. Esta es la moral contranatural; esta es la moral del resentimiento, cuya base filosófica – es decir, un producto más de la impotencia ante la vida – es el platonismo. Éste consiguió convertirse en la metafísica del cristianismo; su mundo de ideas sirve al más allá religioso de los cristianos. En todo este gran armazón conceptual y religioso se percibe como el centro de gravedad no se pone en esta vida, sino en la otra, que aparece como vida de salvación - ¿frente a qué?   frente a esta vida.

    Con ello llegamos al centro emblemático de la critica nietzscheana a la moral: antes que cualquier metafísica, antes que cualquier teoría del conocimiento, antes que cualquier construcción conceptual supuestamente verdadera, hay un juicio valorativo sobra la vida, la moral cristiana – no confundamos: no se trata de una moral cualquiera, sino de toda moral enseñada hasta ahora, de la moral occidental – ha emitido su veredicto y es un juicio claramente negativo, antitético a la vida misma. Esta preferencia moral, este prejuicio, determina así los instintos, negándolos, castrándolos, aniquilándolos.

       Se trata de establecer un orden moral del mundo, un orden moral que necesita para justificarse de la afirmación como verdad –ya sabemos que esto no significa sino un pacto de mentiras socialmente admitidas – de una voluntad libre en el ser humano.

       Pero Nietzsche invierte el argumento: la responsabilidad es posible si el hombre es libre, pero precisamente posible porque antes se ha hecho al hombre y al mundo culpables, se les han entendido como pecadores.

        Con ello se instiga al ser humano a que dirija su propia historia en virtud de ese orden moral, a modo de guía absoluto de la conducta. La conciencia se ve así atrapada ante el deseo de la “paz del alma” o buena conciencia – dicho en términos morales, la aniquilación de los instintos. Buena conciencia en tanto se adecue al prejuicio de un orden moral del mundo trascendente a este mismo mundo – es decir, procedente de fuera de él, pero superior, mejor, verdadero, bueno. Leyes no de este mundo, sino del más allá, del mundo de las ideas, del mundo verdadero y, en último término de Dios. Esta ha sido la sustancia de todo deber ser de la moral desde Platón a Kant, desde Sócrates a Rousseau. La moral dice “modifícate” – es decir, niégate, aniquílate. Esta es la idiosincrasia de toda moral, la casa de la condena y de la negación, el producto de una razón enferma, débil, la razón de sacerdote, del filósofo, del hombre moral.

         Por último, decir que frente a esta moral contranatural, Nietzsche se nombra como inmoralista, no porque sea amoral – probablemente es el pensador moral per excellance –, sino porque su moral va por caminos totalmente distintos a los del platonismo-cristianismo: exaltación de la vida en todas sus formas, en su creatividad y destrucción naturales. Donde ahora debe ser el hombre y no Dios, quien decida sobre lo qué es moral, independientemente que esa moral coincida con la moral cristiana - platónica. De esa forma según Nietzsche el hombre será libre y no estará sometido a la voluntad de un ser superior al que llamamos Dios, sino que él mismo será un superhombre porque ha decido con plena libertad a través de sus propios valores lo que es moral e inmoral. 

        No es que Nietzsche no esté de acuerdo con la moral cristiana, de hecho la mayoría de valores y principios a los que dicha moral esta sometida son los idóneos o los más aparentes para determinar lo moral. Con lo que no está de acuerdo es que en el cristianismo la moral es algo impuesto por un ser superior llamado Dios, ahora debemos acatar que Dios ha muerto y que es del superhombre del que debe emanar lo moral, es la única forma de  ser  libres y de que realmente podamos decidir en libertad porque no estaríamos sometidos a las pautas ni normas de un ser superior, sino a las que el hombre por sí mismo se ponga para poder vivir en sociedad y a la vez en libertad. 

       En definitiva, tal como Kant demostró la existencia de Dios a través de la moral, podríamos decir que Nietzsche demuestra la pura existencia y libertad del hombre a través de la moral, es en la moral creada por el hombre cuando el hombre realmente es y es libre llegado a ser así un "superhombre".

      Espero que tras la lectura de esta entrada os haya quedado un poco más claro cuál era la moral que defendía Nietzsche. Perdonad por la tardanza en actualizar el blog, pasad un feliz fin de semana, escribo pronto, un abrazo muy fuerte y mil gracias por seguirme, Leticia. 




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