Introducción a la Metafísica de M. Heidegger
Un par de botas de Vincent W. Van Gogh 1887 |
Martin Heidegger nació el 26 de
septiembre de 1889 en Messkirch (Baden, actual estado de Baden-Württemberg). Cursó estudios superiores de teología y de filosofía en la Universidad de
Friburgo, centro por el que se doctoró en 1914 y donde fue alumno de Heinrich
Rickert y de Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología. En 1916 comenzó
su carrera docente en la propia Universidad de Friburgo. Posteriormente pasó,
en calidad de profesor titular, a la Universidad de Marburgo, en la que
permaneció hasta 1928. Ese año se convirtió, igualmente, en profesor titular de
filosofía en la Universidad de Friburgo. Tras el ascenso al poder en Alemania
de Adolf Hitler en 1933, Heidegger (que, posiblemente bajo presiones, había
mostrado su adhesión al partido nacionalsocialista) fue nombrado ese mismo año
rector de la universidad. No obstante, el progresivo deterioro de sus
relaciones con las autoridades alemanas (se negó a que en el recinto
universitario se realizara propaganda antisemita) culminó con su dimisión al
frente del rectorado en 1934. Pudo continuar sus enseñanzas, aunque éstas
fueron en parte censuradas, hasta 1944. En 1945, tras finalizar la II Guerra
Mundial, Heidegger tuvo que hacer frente a la actitud de relativa afinidad con
el nacionalsocialismo que manifestara en 1933. Por ello, hasta 1951 no fue
restablecido en su puesto docente, en el que permaneció hasta 1958. Falleció el
26 de mayo de 1976 en Messkirch.
El original tratamiento
de Heidegger de temas como la finitud humana, la muerte, la nada y la autenticidad
tuvo una influencia crucial sobre el filósofo existencialista francés Jean-Paul
Sartre. Heidegger, sin embargo, repudió con el tiempo la interpretación
existencialista de su trabajo, en beneficio de una dimensión más vital y
poética, ya apreciada en otro tiempo por los pensadores españoles Miguel de
Unamuno y José Ortega y Gasset. Desde la década de 1960 su influencia se ha
extendido más allá de la Europa continental y ha tenido un impacto creciente en
la filosofía de los países de habla inglesa.
Heidegger
comienza preguntándose qué es la filosofía si no es absolutamente ciencia, por
lo tanto la búsqueda a dicha pregunta va a ser el núcleo de todo su
planteamiento. En primer lugar nos demuestra que la filosofía ni es arte ni
religión. En segundo lugar, también nos demuestra que tampoco es historia, a
pesar de que la historia nos lleve a preguntarnos por la metafísica, según
Heidegger, a través de ella solo conocemos opiniones sobre la metafísica, pero
no a la metafísica misma. Por ello la historia tampoco es filosofía. Tras este análisis al que nuestro autor le
llama rodeo, da la sensación que no
hemos conseguido nada, pero según él si que hemos conseguido, a través de este
rodeo, nos hemos dado cuenta que esquivamos la metafísica, no quedándonos otra
elección que ponernos en camino para nosotros mismos y mirar a la metafísica a
la cara para no volver a perderla de vista. Esto es muy importante, puesto que
no se puede llegar a la filosofía a través de rodeos, sino que para saber qué
es tenemos que mirarla desde ella misma, y ella misma es solamente cuando
filosofamos, según Heidegger; filosofía es filosofar, como nuestro
propio filosofar, como hacer humano. La filosofía toda ella, es algo donde
acontece un pronunciamiento último y donde el hombre consigo mismo mantiene una
conversación a solas.
Por tanto, ya
tenemos que la filosofía es “un
pronunciamiento último y una conversación a solas del hombre que lo abarca por
completo y de continuo” (pág. 27). Según Novalis la filosofía es una
nostalgia de estar en todas partes en casa. Si examinamos estas palabras nos
damos cuenta que es exigencia de estar en todas partes en casa, esto es,
existir en el conjunto de lo ente, no es otra cosa que un preguntar peculiar
por aquello que significa este “en conjunto” que llamamos mundo. Lo que sucede
en esta búsqueda inquietante, según Heidegger, es la finitud del hombre. Lo que
se produce es un último retiro a la soledad de hombre, en el que cada uno está
por sí mismo como un único ante el conjunto. Esto lleva, que este preguntar
continuo se fundamente al cabo en un ser arrebatado que tiene que
determinarnos, por el que solo a través de él podemos concebir y somos capaces
de aprehender aquello por lo que preguntamos. En definitiva, todo ser
arrebatado, según nuestro autor, enraíza en un temple de ánimo. Lo que Novalis
llama nostalgia, es para entendernos, el temple de ánimo fundamental del
filosofar.
Heidegger nos
aclara que la metafísica no es
preguntarse por el significado de los conceptos, o preguntarnos por algo
a un ámbito delimitado de los objetos. Sino que la metafísica es un acontecer
fundamental de la existencia humana. Sus conceptos fundamentales son conceptos,
pero éstos son representaciones, en las que nos representamos algo general o
algo en general. La metafísica, según Heidegger, es un preguntar si, pero un
preguntar en el que nos preguntarnos en el conjunto de lo ente, y en el que
preguntamos de tal modo que nosotros mismos, los inquirentes, somos puestos
conjuntamente en la pregunta, somos puestos en cuestión. Estos conceptos
fundamentales no son generalidades, no son fórmulas para propiedades generales
de un ámbito objetivo, sino que son conceptos de tipo peculiar, son conceptos a
los que Heidegger llama, conceptos abarcadores, puesto que cada uno de ellos
concibe siempre en sí al hombre concipiente y a su existencia, no
posteriormente, sino de modo que ellos no son aquello sin esto, y al revés.
Ningún concepto del conjunto sin concepto abarcador – nos dirá Heidegger – de
la existencia filosofante. El pensamiento metafísico es un pensamiento
conceptualmente abarcador de este doble sentido: que busca el conjunto y que
abarca la existencia.
A continuación
Heidegger nos que si hemos demostrado que la filosofía es algo distinto a la
ciencia y de que hecho es algo externo a ella, entonces es algo que como vemos
cuesta trabajo de descubrir, podríamos decir que la filosofía no aparece
directamente, que está como escondida, camuflada en algo que no es en absoluto.
Esto para nuestro pensador que es la equivocidad forma parte de la esencia
positiva de la metafísica. A partir de aquí, Heidegger señala tres cosas en
relación a la equivocidad esencial de la metafísica:
1) La equivocidad en el filosofar en
general: ya hemos visto como la filosofía no aparece directamente, esto es, se
hace pasar por ciencia y de ello tiene el aspecto de una ciencia, cosa que no
es. Entonces si la filosofía esta bajo la apariencia de una ciencia esto nos
hace estar remitidos a la visión del mundo, y sin embargo es otra cosa. Esta
doble apariencia crea en la filosofía una inseguridad constante. Según
Heidegger podemos encontrarnos casos en los que presente el aspecto de la
filosofía y no lo sea en absoluto, y otros casos en los que no presente el
aspecto de la filosofía y lo sea. Solo se puede reconocer el modo más intimo
que se esfuerza por ella.
2) La equivocidad en nuestro filosofar
aquí y ahora en el comportamiento de los oyentes y en el comportamiento del
docente: el filosofar es fundamentalmente propio de todo hombre, y que ciertos
hombres tan sólo pueden o tienen que tener el curioso destino de ser para los
demás una ocasión para que en éstos se despierte el filosofar. De este modo el
docente no está exceptuado de la equivocidad, sino que ya a causa de
presentarse como un docente está llevando ante sí un aparentar. Así pues, toda
asignatura filosófica, al margen de si es un filosofar o no, es un comienzo
equívoco, de una manera que las ciencias no conocer. Es posible que a veces
también nos encontremos con una cierto aparentar, pero siempre todo se decide
según Heidegger en el terreno puramente objetivo de la demostración.
3) La equivocidad de la verdad filosófica
en cuanto tal: el intentar eliminar la equivocidad mediante la limitación a lo
demostrable nos conduce a preguntarnos cuál es en general el carácter de la
verdad y del conocimiento filosófico, de si aquí puede hablarse en general de
demostrabilidad. La equivocidad de la filosofía, según Heidegger, seduce al
hombre a darle a la filosofía por aliado y dirigente el sano entendimiento, que
igual de equívocamente prescribe cómo hay que considerarla a ella y a su
verdad. A través de esto Heidegger caracteriza a la filosofía:
3.1.) La filosofía es algo que atañe a
cualquiera: lo que atañe a cualquiera
tienes que prestarse para cualquiera, tiene que ser accesible para cualquiera de todos modos, tiene que ser inmediatamente evidente, esto es, tal
como cada uno lleva su vida, sin ningún
esfuerzo añadido para el claro y sano entendimiento.
3.2.) La filosofía como algo último y
supremo:
-La
verdad filosófica a la luz de la verdad absolutamente cierta: aquí Heidegger se
pregunta por cual es esa verdad absolutamente cierta y llega a la conclusión de
que puede ser el conocimiento
matemático. Pero dice que este conocimiento que el más vacio y al mismo tiempo
menos vinculante para la substancia humana, no puede constituirse en criterio
para el conocer más pleno y vinculante que es el filosófico. Por ello el
conocimiento matemático no puede proponerse como ideal del conocimiento filosófico.
- El
vacío y la no vinculatoriedad del argumento de la contradicción formal. El
enraizamiento de la verdad de la filosofía en el destino de la existencia: aquí
Heidegger crea un argumento que dice: afirmar con certeza absoluta que no hay
ninguna certeza absoluta, ese se refuta así mismo. En primer lugar, según
nuestro pensador, este argumento no tiene nada que decir porque se puede
aportar fácilmente en todo momento, por ello es vacio. Y en segundo lugar, este
argumento, que espera derrotar nuestra máxima de que la filosofía no es una
ciencia y de que una certeza absoluta no es propia de ella, precisamente no
acierta. Pues no estamos afirmando ni afirmaremos jamás que es absolutamente
cierto que la filosofía no es una ciencia.
En
conclusión, Heidegger nos dice que no tememos certeza de filosofar. La verdad
de la filosofía es esencialmente la verdad de la existencia humana. Lo que
viene a decirnos Heidegger que en el concepto filosófico el atacante no es el
hombre, sino la pregunta por la propia existencia del hombre, esto es, el
ser-ahí en el hombre dirige en el filosofar el ataque contra el hombre. Por
ello el hombre es atacado y arrebatado, atacado por el “que él es lo que es” y
complicado en todo preguntar concipiente. Por ello este estar implicado es la
lucha contra la insuperable equivocidad de todo preguntar. El filosofar, es
algo que se encuentra antes de todo ocuparse y que constituye el acontecer
fundamental de la existencia, que es autónomo y totalmente heterogéneo frente a
los comportamientos en los que comúnmente nos movemos.
La filosofía es algo
primigeniamente autónomo, por eso no es algo aislado, sino que, en tanto que
esto extremo y primero, lo ha abarcado ya a todo, de modo que toda aplicación
llega demasiado tarde y es un malentendido. Se trata de volver a ganar esta
dimensión original del acontecer en la existencia filosófica, para sólo así
volver a “ver” todas las cosas con más sencillez, con más fuerza y con más
perseverancia.
Cuando
Heidegger analiza la metafísica, se da cuenta de que de ella deriva un
problema, pone titulo para el problema fundamental de la propia metafísica que
consiste en la pregunta de qué es ella misma, la metafísica. Es pregunta ¿Qué
es la metafísica? Se mantiene inseparablemente de la filosofía, su fiel acompañante.
Ahora es cuando lo estamos haciendo bien según Heidegger, puesto que no hemos
interpretado la metafísica y la filosofía ni desde las ciencias, ni desde el
arte ni la religión como hizo al principio, sino desde ella misma, nos hemos
dado cuenta de que es algo autónomo. Por tanto, el caso no era apartarse de la
metafísica sino preguntarnos por ella misma. De todas formas, a pesar de que hemos hablado
de la filosofía no lo hemos hecho desde ella, sino sobre ella. Según Heidegger
desde ella solo hablamos si nos movemos previamente en un preguntar metafísico,
pero esto hasta ahora no ha sucedido.
Por ello, ahora Heidegger se propone
hablar de la filosofía desde ella, se propone salir de este tratar sobre ella y
comenzar con el actuar en la metafísica misma. Eso significa preguntar ahora
propia y realmente. Por ello según Heidegger sale a la búsqueda de un temple de ánimo fundamental, que es desde el cual tenemos que hacer seguir esas preguntas
en su necesidad y posibilidad. Según Heidegger el aburrimiento profundo es dicho temple
de ánimo fundamental.
Soy consciente de que esta entrada es un poco más complicada de leer que las anteriores, he intentado explicar con claridad el pensamiento heideggeriano, a pesar de mi intento cabe mencionar que Heidegger ha sido desde siempre un filósofo complicado de leer y de entender hasta para las mentes filosóficas más prodigiosas. Pero a la altura del blog ya iba siendo hora de que os hiciera una introducción sobre dicho pensador, que es fundamental y esencial en la Historia de la Filosofía. Yo tuve unos excelentes profesores de Metafísica y de otras asignaturas que abarcaban en sus temarios al gran pensador alemán (aún recuerdo cuando en mi primer curso de Filosofía el profesor de Antropología nos mandó leer Ser y Tiempo y posteriormente hacer un seminario sobre dicha lectura, ahí me di cuenta lo mucho que amaba la filosofía). Tal vez por ello, este pensador no me ha sido muy complicado de explicar, pero si tal vez en su momento me resultó difícil captar con plenitud el significado de algunos de sus conceptos metafísicos fundamentales. Pero con la ayuda de mis profesores y de grandes libros sobre Heidegger y su pensamiento considero que después he podido captar en esencia su filosofía, pero aún así como siempre os digo la última palabra la tenéis vosotros, mis lectores.
Os dejo una gran cita de Heidegger sobre metafísica:
"Lo distintivo del pensar metafísico -que busca el fundamento del ente- es que, partiendo de lo presente, lo representa en su presencialidad y lo muestra, desde su fundamento, como fundado".
Muchas gracias por estar ahí cada semana, tened una feliz semana de agosto. Un abrazo muy grande, Leticia.
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