El impulso de delinquir

Patio de la cárcel de Vicent Van Gogh



Es curioso como a lo largo del tiempo la sociedad ha ido evolucionando, aprendiendo de los errores que otros han ido cometiendo  y fomentando a través de leyes valores universales encaminadas a una sociedad más segura y pacífica. Aún así, hay individuos en la humanidad que se empeñan en hacer el mal, en quebrantar las leyes, en creerse el centro del universo con un egoísmo innato que les hace sentirse superiores, individuos que sea la época que fuere siempre están presentes en nuestra sociedad. ¿Qué es lo que les lleva a dichos sujetos a actuar de tal modo? ¿qué es lo que le impulsa a una persona a delinquir? ¿qué es lo que hace que el pederasta se haga pasar en internet por un chico joven para conseguir fotos de menores en un actitud comprometida? ¿qué es lo que hace que el político cometa delitos fiscales y de blanqueamiento de capitales? ¿qué es lo que impulsa al asesino a matar?... Sobre este planteamiento hay numerosas teorías que estudiosos del derecho penal y grandes juristas han defendido a lo largo de la historia. Pero en este post no voy a hablar de ellos, sino más bien del artículo que leí hace poco de la filósofa Adela Cortina titulado “El anillo de Giges”, en el que la pensadora defendía que una persona incumple la ley porque se cree que no va a ser “pillado” nunca, algo así como si tuviera un anillo que le hiciera invisible dándole el privilegio de hacer el mal y cometer injusticias con la seguridad de que nunca va a ser capturado por las autoridades estatales.


He de decir que en este argumento, con todo mi respeto, discrepo con la filósofa, considero que no es que el delincuente se crea invisible y convencido de que nunca va a ser descubierto por las fuerzas estatales y por ello delinque, al contrario, cuando uno estudia de cerca la ley y su formación, las instituciones y los sujetos que las componen, en definitiva, el Derecho, llega a una deducción fundamental y principal que se aleja muchísimo de lo que Adela Cortina opina, y es que todos los individuos que infringen la ley, antes de hacerlo tienen siempre el temor de ser pillados infraganti o en el momento posterior de cometer el hecho delictivo. Cuando un sujeto delinque siempre lo hace principalmente teniendo en cuenta la opción de que puede ser descubierto, de ahí que estudie de forma inteligente y detallada su plan antes de cometer el delito, desempeñando la gran función de medir cada paso al detalle y con delicadeza. Pero aún así, por muy perfecta que sea su planificación, por muy inteligente que se crea, lo último que va a pensar es creerse invisible y mucho menos de que nunca va a ser arrestado, es más, son muy pocos los que llegan a pensar semejante premisa.


Lo cierto es que lo que le lleva realmente al sujeto delictivo a cometer el delito y a infringir la ley, no es esa certeza de que jamás será cogido, a viceversa como he comentado, esa certeza nadie se la asegura y eso genera en el delincuente un gran temor por muy fuerte que sea o se crea, sino más bien lo que le lleva a delinquir es la creencia innata de creerse con un poder superior a los demás, esto es,  de creerse poderoso. Es entonces ese PODER, el que impulsa al individuo a irrumpir la ley, a cometer el mal,  en definitiva, a delinquir. En el momento de cometer el delito lo hace a sabiendas de que puede ser detenido, pero el impulso de sentirse superior al otro es lo que le hace generarle un daño a la víctima. Y es ahí cuando ese sentimiento de poder y de superioridad se convierte en una amenaza para la propia victima y para la sociedad, es ahí cuando la ley tiene que intervenir para “cortarle las alas” y ponerle en lugar que se merece que no es otro que la prisión.  Siendo en la cárcel donde se intenta resocializar y escarmentar al reo, haciéndole ver que ese poder que se creía poseer le ha llevado al lugar más miserable y rechazado por la sociedad. Y es que queridos lectores, ese es uno de dos los objetivos principales de la pena de privación de libertad y de la pena en general, uno, los penalistas lo llaman “prevención subjetiva o especial” donde a través de la pena se pretende evitar que el sujeto que ha delinquido vuelva a hacerlo, por ello al contrario de lo que también opina Adela Cortina en el citado artículo, confirmando que hay delincuentes que calculan previamente el coste de la multa y el tiempo en la cárcel por dañar a otros y prefieren pagar dicha multa o estar unos años en la cárcel porque les merece la pena ya que “todavía salen ganando dinero para disfrutarlo una vez en libertad”, si eso fuera realmente así la pena no tendría ninguna utilidad ni individual ni social, habría fracasado. De hecho, la pena de multa ante blanqueamiento de capitales, corrupción y ladrones de guante blanco suele ser semejante a lo que se estima que han robado, digámoslo así: además de devolver el dinero que te has llevado vas a pasar unos años en prisión, para evitar la posibilidad de que el individuo le merezca la pena delinquir. En relación a esto, se encuentra el otro objetivo de la pena, es lo que los estudiosos del derecho penal llaman “prevención general u objetiva”, donde la finalidad de la pena es que la sociedad se abstenga a delinquir en el futuro ante la amenaza de la pena, esto es, que la sociedad sea consciente de las consecuencias del delito y de su pena y/o multa, para que abstenga a delinquir en el futuro, optando así en no delinquir a delinquir, a ser justo a ser injusto, de ahí que los delitos y faltas de circulación vial – de los que todos tenemos conocimiento – sean castigados con multas tan elevadas, por ejemplo.

 Por último, decir que el creerse con poder es un sentimiento que bien aplicado puede llevar al ser humano a crear y generar cosas muy positivas y buenas, tanto en su vida privada como en el resto de la humanidad, ahora bien, se encuentra en nuestras manos saber aplicar con sabiduría, inteligencia y justicia ese sentimiento. Como he comentado al principio, parece que generación tras generación vamos evolucionando con ayuda de las leyes y de los errores del pasado hacía una sociedad mejor, otorgando el poder de decisión a la ley, una ley que cuyo ingrediente principal es que sea creada por un legislador justo y sabio, que genere leyes eficaces teniendo en cuenta los principios generales del derecho y a la vez los diversos aspectos de la sociedad y errores en la historia.


En conclusión, esta es mi opinión sobre el articulo que la filósofa Adela Cortina publicó hace unas semanas en una revista de gran tirada nacional, opinión tan respetable como la de la filósofa, ahora os toca a vosotros pensar sobre este debate tan interesante.

Muchas gracias por visitarme un domingo más. Pasad un feliz día de la Hispanidad y muchas felicidades a todas la mujeres que se llaman “Pilar”, especialmente a todas mis amigas que se llaman así. Nos vemos la próxima semana, un abrazo muy grande.
Leticia.




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